
Por Norberto Hernandez, Representante Legal del Colegio María Auxiliadora de la Ciudad de Mendoza.
Hoy me detengo con gratitud a mirar el camino recorrido. Son 130 años de historia viva, de sueños compartidos, de personas que han dejado su huella en estas aulas, en estos patios, en esta, nuestra casa.
Celebramos el tiempo, sí, pero mucho más celebramos la vida que se hizo presente en cada niño, niña y joven que pasó por aquí. Porque para nosotros, como familia salesiana, cada integrante de nuestra comunidad educativa es tierra sagrada, semilla de futuro, presencia de Dios entre nosotros.
No somos solo un colegio. Somos una casa que acoge, una escuela que enseña, una parroquia que evangeliza y un patio donde ser felices. Así lo soñaron Don Bosco y Madre Mazzarello, y así lo seguimos viviendo hoy.
Agradecemos profundamente a quienes han sido parte de este largo camino: Hermanas, docentes, personal no docente, familias, exalumnos y tantas otras personas que han entregado su amor, su tiempo, su fe y su compromiso. Cada rostro, cada nombre, cada historia forma parte de esta gran familia construida con amor, esperanza y dedicación.
Lo que nos sostiene en el tiempo es esa certeza que nos dejaron nuestros fundadores, Don Bosco y Maín: la educación es cosa del corazón.
En el centro de nuestra misión están los más pequeños, los adolescentes, las nuevas generaciones. En quienes crecen día a día en estas aulas está el presente y el futuro. Allí reside nuestra esperanza. Por la infancia y la juventud existimos. Por la vida de cada estudiante seguimos soñando.
Gracias por ser parte de esta hermosa historia. Y a quienes hoy caminan con nosotros, gracias por seguir creyendo que educar es, ante todo, un acto de amor.
Feliz 130° aniversario, querida comunidad del Colegio María Auxiliadora.